08 julio 2008

Miedos variados


Tengo muchas dos fobias bastante extrañas e incómodas. Una de ellas es el pánico a que se caigan las cosas al suelo. No puedo soportarlo. Es ver cualquier objeto inanimado en el aire, camino de estrellarse contra las baldosas, y se me para el corazón. Me sudan las manos y se me acelera el pulso como loco. Si tenemos en cuenta que soy genéticamente patosa y que mi torpeza inspirará el género épico del futuro, digamos que esta pequeña alteración es una gran putada. No me río cuando la gente se cae por la calle, para mí es un sinvivir ver a alguien tropezar, y si es alguien que conozco, directamente escupo la aorta por la boca.


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Mi otra fobia es bastante peor, ya que se combina con otro de mis defectos. Tengo pánico crónico a perder cosas. Y soy un despiste andante. Con lo cual, basta sumar dos más dos para darse cuenta de que la mitad del tiempo me la paso pensando en si se me habrá olvidado algo y, por supuesto, acojonada por el hecho de que haya sido así. Esto ha hecho que desarrolle una serie de tics exclusivamente destinados a que no se me olvide nada, como dar una vuelta a la puerta de la calle para recordar, al salir, que tengo que coger las llaves. Espero que no se declare un incendio en mi apartamento, o la próxima vez escribiré con un 80% de quemaduras de tercer grado.

En fin.

Otro día os hablaré de mi extraña relación con los reptiles, más concretamente con los ofidios.