26 mayo 2008

Cansada

Ya estoy cansada de no tener ganas, de que me aplasten las pocas que tengo hasta dejarlas reducidas a cenizas. De que me digan una cosa y hagan otra. De que todo sean pegas. De no ver interés. De tener que estar detrás de todo el mundo para todo.

Por una puta vez en mi vida, me gustaría que alguien me prestara un mínimo de atención, que me cuidara porque yo también lo necesito, y que se diera cuenta de que intentar ser perfecta es agotador. Y que no conseguirlo es humano. Y que puedo decir algo que me molesta sin que se me tire encima. Y que tener esa sensación de desagrado es un puto derecho, y que no estamos aquí para complacer a nadie.

Que me escuchen, por una puta vez. Que ya no puedo gritar más alto.

Siento que me estoy viniendo abajo, y nadie me tiende la mano para no caer. Por una vez, me gustaría ser la deseada, la buscada, la querida, por la que se esfuerzan, por la que luchan, a la que animan, a la que apoyan, a la que escuchan. Ya estoy cansada de estar por todos para todo.

Y que luego, para mí, no haya nadie.

¿Empezando otra vez?

Estos días han sido difíciles, aunque usar ese adjetivo constituye el eufemismo del año. He decepcionado. Como amiga, como novia, pero sobre todo, me he decepcionado a mí misma como persona. Creía que era alguien diferente, alguien que no juega con los sentimientos propios y ajenos como el que mueve las fichas del parchís y cuenta veintiuno.

Pero ésa soy yo. He hecho trampas, y a pesar del perdón obtenido, todavía me cuesta decidir si me merezco perdonarme a mí misma. Porque me he dejado a una altura a la que nunca había estado antes.


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Creía que había cambiado. Me esforcé por hacerlo, por intentar dejar atrás muchos años de intransigencia, intolerancia, soberbia y sobre todo irresponsabilidad. Quizá no me había dado cuenta de que las tres primeras sólo acarreaban consecuencias para conmigo misma, y por ello me ha sido más fácil lidiar con ellas. Pero la cuarta... la cuarta me está pesando como una losa. Y no sé qué hacer para quitármela de encima.

Lo que pasó ha supuesto un antes y un después en mi vida, en la consideración que tenía de mí misma. Quizá era demasiado alta; quizá no creía que pudiera equivocarme de la manera en que lo hice, y por eso la caída ha sido doblemente dolorosa. Darme cuenta de lo que hacía, a pesar de todo, no le resta importancia. Lo hecho, hecho está, y a veces da igual que des una puñalada o treinta, si el daño ya está hecho.

No sé si me merecía ser perdonada. No sé si el perdón solucionará todo lo que había antes. No sé si, con el perdón, vendrá un replanteamiento de todo lo que nos hacía infelices, y con él, un cambio de vista y una nueva claridad de las cosas. Una claridad que nos permita ver qué queremos y qué haremos por conseguirlo.

Pero perdonarme a mí misma... ah, eso es otro cantar.

23 mayo 2008

21 mayo 2008

Preparada para lo peor

Porque creo que a veces, tener esperanzas es lo peor que puedes hacer. No soy optimista, nunca lo he sido, a pesar de que tengo una facilidad más que pasmosa para ilusionarme con las cosas. Y muchas veces, las ilusiones conllevan expectativas. Expectativas que, cuando no se cumplen, sólo sirven para que el golpe sea mayor. Así que esta vez me he decidido a no tener ilusiones, esperanzas, expectativas o como quiera que lo llame.

Creo que esta vez he perdido. Pensarlo no lo hará más fácil, pero cuando llegue el momento me mantendré entera. Porque creo que lo que pido es justo, y que ofrezco mucho más de lo que demando. Porque no obligo a nadie a nada, porque aquí todos somos libres de valorar lo que tenemos, lo que recibimos y lo que damos, y ponerlo todo en una balanza que nos ayudará a decidir si el equilibrio es justo o no. Porque todos queremos sentirnos deseados, necesitados y amados, y cuando crees que estás proyectando esa necesidad o ese deseo de otra persona y no llega, quizá no lo estés haciendo tan claramente como tú crees. Cuando se pierden en los días las buenas caras, las buenas intenciones y los buenos deseos y se vuelve al punto de partida, o a unos pocos metros por delante de él, quizá los cambios que nosotros creíamos tan obvios, claros y asentados no lo estén en absoluto. Quizá nos hayamos relajado en el camino y hayamos vuelto a tropezar con la misma piedra.

Pero si, por contra, nada de esto se ve, o no se quiere ver, poco hay que hacer, aparte de pensar que quizá te estés perdiendo una perspectiva que no tienes y que, por ello, no puedes valorar.

Aunque, claro. Si no puedes contemplar otros puntos de vista sin creer que son totalmente erróneos o que no van contigo, entonces difícilmente valorarás a tiempo lo que vas a perder.

20 mayo 2008

Cúmulo

Y eso es lo que realmente siento. Un cúmulo de sensaciones más o menos agradables, una suma de recuerdos más o menos afortunados que evocan una serie de sentimientos más o menos hermosos.

Me gustaría intercambiar posiciones, poder prestar mis pupilas para que otros vieran como yo veo, ofrecer mi cabeza para pasar un rato en ella y ver mi perspectiva de las cosas. Sé que a veces peco de ingenua, o de exigente, o de ambas cosas a la vez. Sé que cambiar no es fácil, al contrario; sé que darse cuenta de que hay planteamientos erróneos o, mejor dicho, perspectivas viciadas o irreales en tu vida y que afectan a otras personas es muy complicado. Pero la esperanza es a lo que me aferro. Me aferro a que un día se caigan los velos de los ojos y pueda más el deseo que la pereza o la desidia.

Aunque, tal y como están las cosas, tengo la impresión de que pido demasiado.

15 mayo 2008

Piso nuevo, vida nueva

Creo que en la vida hay pasos más importantes que otros, pasos que marcan un antes y un después. Ciencias o letras, trabajar o estudiar, qué estudiar y dónde... Todas esas decisiones ya las tomé en su día, y fueron más o menos acertadas, aunque eso es otra cuestión. Lo cierto es que, me guste o no, han sido esas decisiones las que me han llevado a poder plantearme la emancipación.

No puedo decir que me haya costado decidirme. Pedí las ayudas para el alquiler joven mientras veía atónita cómo los precios subían en la misma proporción que el dinero que nos ofrecían. De manera que, al final, la pasta se la llevan los mismos de siempre, que suelen ser a los que menos falta les hace.


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Pero dejando esas cuestiones de lado, hace algo menos de un mes me notificaron que me concedían los tres meses de margen para presentar el contrato de alquiler, y hace un par de días me decidí a empezar a buscar.

Ayer empecé a ver pisos, y la verdad que la experiencia no fue demasiado gratificante. Pero hoy, sin pensar demasiado, he encontrado lo que quería. Es un piso pequeño, de 54 metros cuadrados, una habitación y un salón. Tiene la cocina amueblada y el baño equipado, y no quería más. Quería poder ir poniendo poco a poco mis muebles, las cosas que me gustaran, ir dando al lugar donde voy a vivir el toque que a mí me apeteciera. Poder crear un hogar, en definitiva.

En cuanto entré, me enamoré. Es luminoso, está a 10 minutos de mi trabajo y de la casa donde vivo ahora con mi abuela, a algo más de 10 minutos también del centro, todas estas medidas andando. Van a pintar la casa antes de que entre a vivir, y el 1 de junio será toda mía. Con la ayuda, se me queda el alquiler y la comunidad en 200 euros, todo un lujo para la zona que es y la casa, que no tiene más de 3 años. Está nueva, tiene los suelos de parquet oscuro y la luz entra a raudales. Una preciosidad.

Lo cierto es que éste es un paso importante. Quizá el más importante que haya dado en mi vida hasta ahora. Convertirme, o estar más cerca al menos, en una adulta autosuficiente. Sí, seguiré comiendo en casa y llevándome los tupper de comida de mi madre, pero así empezamos todos, ¿no?

Estoy muy contenta y tengo ganas de comenzar lo que parece una nueva etapa de mi vida. Ojalá salga bien.