12 enero 2007

Hoy es uno de esos días en los que me paro quieta medio minuto (esfuerzo sobrehumano para mí) y me paro a pensar. Espanto los fantasmas, los malos recuerdos y el pesimismo durante todo un día y analizo mi vida a día de hoy.

Me quejo. Me quejo mucho. De hecho, no sabría vivir sin quejarme, porque en cuanto algo me va mal, lo miro todo con ese mismo cristal, de manera que estoy condenada a no gozar de una felicidad absoluta pero sí a tener tendencia a caer en el catastrofismo a la mínima.

Pero hoy no es uno de esos días. Hoy he conseguido aislar uno de los aspectos de mi vida y darme cuenta de lo feliz que soy en él, con él y por él. De que hay malos tiempos que vienen y van (inciso: de lo nerviosa que me pone el taconeo que alguien está haciendo y que me enerva, yo creo que hay personas que no se dan cuenta de que no están solas en el mundo) pero de que hay una cosa que siempre está ahí, latente bajo todo lo malo que pueda venir. Sólo espero que la emoción me dure y no se extinga como casi todo lo bueno que tengo.

¡¡Odio los putos ruiditos repetitivos y voy a sacar la guadaña para cortarle los pies a alguien!! (los pies, los dedos que repiquetean, los crujiditos con la cuchara del café...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que atacada te pones con los tacones. Como para llevarte a un tablao flamenco :D