01 febrero 2007

Una perdigonada de sal a tiempo hace milagros

Imaginad lo que sería que te arrancaran la piel en lugar de despedirte de tu puesto de trabajo. Imaginad que, en lugar del finiquito, os pusieran una soga al cuello y os colgaran del árbol más cercano en agonía, para que pudierais morir siendo conscientes de que lo hacéis por gusto de vuestros dueños. Imaginad que, en lugar de dejaros salir de la oficina machacados después de un día duro, os colgaran un ladrillo alrededor del cuello, atado a la soga con la que os hubieran intentado ahorcar.

Si te parece una locura entonces estás muy equivocado. Porque esto mismo se lo han hecho a dos galgos simplemente porque a sus dueños ya no les apetecía tenerlos a su lado. No los han dejado en una protectora de animales, no. Prefirieron pagar sus frustraciones y su cuestionable virilidad con dos perros que los obedecieron hasta el último momento. Afortunadamente, estos animales podrán sanar. Pero muchos otros mueren, solos, abandonados en el campo, torturados, agónicos. Los cazadores, esa raza de seres cuya existencia hoy en día no termino de comprender, se encubren, se tapan las faenas, ocultan las hazañas de sus compañeros. Valientes, sí. Sansones de la era moderna, diría yo. Ocultarte entre la maleza para disparar animales es una de las definiciones de la bravura, y encima guardar silencio sobre la aberración que cometen tus partenaires es otra de las acepciones de la palabra justicia.

Perdonad por mi expresión, pero ESOS HIJOS DE LA GRAN PUTA SE MERECEN QUE LES CUELGUEN DE LOS COJONES DEL ÁRBOL MÁS CERCANO. Y luego, que les arranquen la piel como hacen ellos con sus galgos. Y después, eso sí, tendría más piedad que ellos. Les pegaría un tiro en la cara, que es más de lo que se merece esa gentuza.

Afortunadamente, hay asociaciones que ayudan a estos perritos.

Galgos sin fronteras
Asociación Nacional de Amigos de los Animales

Este es uno de los galgos que aparece en la noticia del 20 minutos, tal y como lo encontraron.

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