16 noviembre 2006

Sabes que es el fin. Derramas la enésima lágrima por la que más de uno compondría una canción, pero a ti sólo te sale un pareado sin rima, un recuerdo a algún familiar y alguna excrecencia de tu vocabulario dirigida a alguien. Aprietas los dientes, inclinas la cerviz para recibir otra estocada, por favor, esquiva las cicatrices, y esperas el golpe de gracia. Pero ninguno termina rematándote, sino que te deja malherido, tirado en el suelo, hincado sobre tus rodillas sin que llegues a besar el suelo, con la pala de la mano buscando la tierra blanda. Pero todo lo que hay son baldosas flojas, y te castañetean los dientes, no sabes si de rabia o de tristeza, de indignación sí por no controlar el destino, pobre avatar de tu propia raza humana, incapaz de gobernarte.

Sin embargo, basta una imagen, una sola, para ver que no es el fin. Quizá el epílogo, o incluso el índice, pero todavía no has dado la vuelta a la hoja y la has visto vacía. Sólo te lo imaginas con alguien que no eres tú, y la rabia crece en lugar de mermar, lloras más en lugar de sentirte aliviado por quitarte de encima la causa de tus pesares. Será el sentido de propiedad, la costumbre, quizá la rutina de la que tan difícil es deshacerse. O será que lo quieres y, como dice la canción, no quieres que nadie más pruebe lo que es tuyo.

2 comentarios:

Cisne Negro dijo...

Saluditos de un vecino de Dejaboo ;)

Kaoru dijo...

Jejeje, pasa, pasa, siéntate a tomar un café ;)