01 enero 2007

Odio Nochevieja y el día del año. Me parecen dos días como los demás con la única diferencia de que te toca cenar con la family y aguantar el tirón. Durante la cena de ayer tuve que escuchar cómo, entre una mezcla de morbo, asombro y rechazo, mis congéneres hablaban sobre el suicidio de dos vecinas nuestras, hermanas, con unos meses de diferencia. Y decían "qué se les tiene que pasar por la cabeza para hacer esa tontería, si todo les iba bien...".

La gente no sabe lo que se le puede pasar a una persona por la cabeza en ese momento. Los pensamientos, los fantasmas que surgen de entre la tierra donde habías intentado hundirlos te agarran de los tobillos y te tiran hacia abajo. La gente dice que sólo los cobardes toman ese camino, que hace falta fuerza de voluntad para vivir pero que para morir no. Yo creo que es justamente lo contrario. La gente que abandona este sendero para lanzarse a lo desconocido necesita una fuerza de voluntad sobrehumana, porque sobrehumano es lo que pretenden hacer. Para vivir sólo necesitas inercia, pero para tener el valor de morir tienes que apretar los dientes. Por eso me molesta que se diga que las personas que se suicidan son cobardes, o que están locos, o demás tonterías. La mayoría de la gente no se para a pensar lo que afrontarán ellos para quitarse la vida porque casi nadie ha estado en esa situación. Verse acorralado contra la pared y no tener escapatoria alguna requiere valor para tomar la única salida que hay.

A veces, la única que vale la pena.

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