02 enero 2007

Una vez más, el año ha empezado de una manera horrible, igual que el anterior. Estoy condenada a ser destrozada a las pocas horas de su nacimiento, a que desaparezca de sus perspectivas y pierda la importancia que un día tuve. De nuevo el nudo en el estómago, la desesperanza, la incomprensión, el pensar "¿me merezco esto?". ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Mi vida es plana, no es gris, es negra, y apenas atisbo más allá de unas obligaciones que me superan y que me esfuerzo en cumplir, aunque desearía quedarme en el universo de mi cama hasta que los días desaparezcan.

Mi orquídea se muere. Es más inteligente que yo. Se siente triste y ha decidido dejar de alimentarse, a pesar de que la riego. Pero ella siente cómo me siento, y se ha solidarizado conmigo. A mí me parte el alma ver cómo sus capullos se caen cuando los toco. No me había dado cuenta de que estuviera tan mal, y esta mañana, cuando me he acercado a regarla, ahí estaba, triste, apagada, perdió su belleza por compartirla conmigo.

Su desgracia fue mi capricho y ahora soy un parásito.

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