26 mayo 2008

¿Empezando otra vez?

Estos días han sido difíciles, aunque usar ese adjetivo constituye el eufemismo del año. He decepcionado. Como amiga, como novia, pero sobre todo, me he decepcionado a mí misma como persona. Creía que era alguien diferente, alguien que no juega con los sentimientos propios y ajenos como el que mueve las fichas del parchís y cuenta veintiuno.

Pero ésa soy yo. He hecho trampas, y a pesar del perdón obtenido, todavía me cuesta decidir si me merezco perdonarme a mí misma. Porque me he dejado a una altura a la que nunca había estado antes.


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Creía que había cambiado. Me esforcé por hacerlo, por intentar dejar atrás muchos años de intransigencia, intolerancia, soberbia y sobre todo irresponsabilidad. Quizá no me había dado cuenta de que las tres primeras sólo acarreaban consecuencias para conmigo misma, y por ello me ha sido más fácil lidiar con ellas. Pero la cuarta... la cuarta me está pesando como una losa. Y no sé qué hacer para quitármela de encima.

Lo que pasó ha supuesto un antes y un después en mi vida, en la consideración que tenía de mí misma. Quizá era demasiado alta; quizá no creía que pudiera equivocarme de la manera en que lo hice, y por eso la caída ha sido doblemente dolorosa. Darme cuenta de lo que hacía, a pesar de todo, no le resta importancia. Lo hecho, hecho está, y a veces da igual que des una puñalada o treinta, si el daño ya está hecho.

No sé si me merecía ser perdonada. No sé si el perdón solucionará todo lo que había antes. No sé si, con el perdón, vendrá un replanteamiento de todo lo que nos hacía infelices, y con él, un cambio de vista y una nueva claridad de las cosas. Una claridad que nos permita ver qué queremos y qué haremos por conseguirlo.

Pero perdonarme a mí misma... ah, eso es otro cantar.

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