Preparada para lo peor
Porque creo que a veces, tener esperanzas es lo peor que puedes hacer. No soy optimista, nunca lo he sido, a pesar de que tengo una facilidad más que pasmosa para ilusionarme con las cosas. Y muchas veces, las ilusiones conllevan expectativas. Expectativas que, cuando no se cumplen, sólo sirven para que el golpe sea mayor. Así que esta vez me he decidido a no tener ilusiones, esperanzas, expectativas o como quiera que lo llame.
Creo que esta vez he perdido. Pensarlo no lo hará más fácil, pero cuando llegue el momento me mantendré entera. Porque creo que lo que pido es justo, y que ofrezco mucho más de lo que demando. Porque no obligo a nadie a nada, porque aquí todos somos libres de valorar lo que tenemos, lo que recibimos y lo que damos, y ponerlo todo en una balanza que nos ayudará a decidir si el equilibrio es justo o no. Porque todos queremos sentirnos deseados, necesitados y amados, y cuando crees que estás proyectando esa necesidad o ese deseo de otra persona y no llega, quizá no lo estés haciendo tan claramente como tú crees. Cuando se pierden en los días las buenas caras, las buenas intenciones y los buenos deseos y se vuelve al punto de partida, o a unos pocos metros por delante de él, quizá los cambios que nosotros creíamos tan obvios, claros y asentados no lo estén en absoluto. Quizá nos hayamos relajado en el camino y hayamos vuelto a tropezar con la misma piedra.
Pero si, por contra, nada de esto se ve, o no se quiere ver, poco hay que hacer, aparte de pensar que quizá te estés perdiendo una perspectiva que no tienes y que, por ello, no puedes valorar.
Aunque, claro. Si no puedes contemplar otros puntos de vista sin creer que son totalmente erróneos o que no van contigo, entonces difícilmente valorarás a tiempo lo que vas a perder.
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