20 agosto 2008

Inventariando


Últimamente mi vida ha sido un torbellino de sentimientos y sensaciones contradictorias. Pena, alegría, alivio, angustia... Quizá lo único común a todos ellos ha sido la mesura con que los he experimentado. Lejos de mis arranques exacerbados, he de decir que me siento en un equilibrio bastante agradable. Parece que soy capaz, por una vez, de manejar lo que se me pasa por la cabeza en lugar de dejar que mi carácter extremista tome el control.

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No es que no haya hecho un esfuerzo porque esto sea así. Racionalizar todo lo que he hecho estos días atrás me ha ayudado a ver las cosas mucho más claras, eso, y la distancia que puse con la principal fuente del problema. Cuando te vas a otro país, a tantos kilómetros de distancia y vives nuevas experiencias, conoces gente y hablas, café tras café, con alguien que comprende tu punto de vista y que está llena de empatía, te das cuenta de que es hora de que te quites esa manta que hace unos años te habías liado a la cabeza sin pensar demasiado, para ver que lo que estás haciendo no tiene ningún sentido para nadie.

Porque en la balanza de las relaciones, el déficit suele ser peligroso. Y cuando los números rojos aparecen, lo mejor que puedes hacer es cancelar la cuenta o invertir. Yo me apliqué la segunda opción durante mucho tiempo, hasta que me di cuenta de que el descubierto era mayor de lo que creía, y que se se estaba llevando más de lo que me daba. Ahora, con todo a cero - o cerca de estarlo, poco a poco, desde el negativo -, las cosas están mucho más tranquilas. Me siento más libre y relajada de lo que me había sentido en años, sin la presión de una discusión futura o pretérita, sin el miedo a una palabra mal interpretada o a un desprecio hiriente. Lo bueno también se echa de menos, claro está, pero es tal la calma tras haber borrado de un plumazo todo lo malo de mi vida, que no puedo evitar ir a los sitios con una sonrisa, tomarme una cerveza con gente nueva mientras hablamos de las camisetas Merc o de si quiero meterme en un grupo a tocar los teclados.

Poco a poco me voy quitando las telarañas de los usos sociales - reconozco que he sido bastante huraña, pero hace tiempo que eso ya no es así - y lo único que quiero es conocer gente, pasármelo bien, reirme, beber, bailar, cantar, gritar, saltar y aprender a hacer el pino.

4 comentarios:

An. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
An. dijo...

Está muy bien, K.
Volver a poner el contador a cero es un gran logro. Yo tardé mucho en volver a hacerlo, y ahora que creo que lo he conseguido (y espero no volver a saber nada de quien noselomerece) me siento genial, como si me hubiese quitado de encima un gran peso. Y a partir de aquí... todo es mejorar, no?

Y convence a tu afán socializador de que te arrastre hasta Santiago :P

Anónimo dijo...

Me alegro mucho por tí, Pilar. Aunque decidieras, en el proceso, dejar de hablarme.

Un saludo y mucha suerte.

Kaoru dijo...

Emma, no me lo digas dos veces, que ahora que estoy en modo socializator agresivo, termino plantándome para que me muestres la noche de tu city :P