Sólo tengo que cerrar los ojos y los recuerdos atraviesan mis párpados en rápida sucesión. Buenos recuerdos, sí.
Aquella carrera bajo la lluvia, en plena tormenta de verano, cogidos de la mano en mitad de la carretera por San Miguel, aquel beso detenidos el tiempo y los ánimos bajo el agua.
Las risas que sembraron todo el camino desde mi portal hasta tu coche, resbalando sobre la nieve, con las manos y los abrigos blancos, las bolas volando hasta la espalda del otro, las carcajadas hasta la lágrima y las agujetas en la cara de tanto reír.
Aquella canción, el concierto de Celtas, el abrazo estrecho y tus lágrimas mojando mis mejillas, las palabras susurradas y las almas en conjunción perfecta.
Aquel día de Reyes y tú apareciendo por la puerta de tu casa cargado de... calcetines. El centro imposible y lo único que se te ocurrió fue aquello, esos calcetines con una cabecita de peluche de cerdito. Y a mí me pareció el mejor regalo que podían hacerme.
12 diciembre 2006
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