11 diciembre 2006

¿Por qué los celos son un tema tan recurrente en este sitio? Probablemente porque me atenacen cada cierto tiempo. Sí, soy una persona celosa. No me gusta que mi chico mire a una tía en la barra que está bailando como si el orgasmo ya fuera un hecho y me lo indique calmadamente. Sobre todo cuando la muchacha está de mejor ver que yo. No se trata de paranoias de que él me vaya a dejar por otra chica, bla bla bla. Tengo las cosas claras y no suelo dudar. No, de hecho no dudo de que él quiera estar conmigo.

Pero cuando el pasado sale de las cenizas en las que lo he convertido en tantas ocasiones, vuelven los recuerdos, las miradas fijas en las que se deja traslucir el odio por el dolor recibido, las caricias se convierten en lija y los labios en puñales de reproche. Encima, tengo que aguantar a los conciliadores que intentan que yo, la única que en todo aquello no hizo absolutamente nada para merecer lo que pasó, ande buscando la banderita blanca y el hacha de guerra para enterrarlo. Ese sí sé dónde está, clavado en mi espalda, de donde tuve que arrancármelo yo solita. Pero no para enterrarlo. Ni siquiera me tomaré esa molestia. Lo tiré y dejé que criara polvo, para soplárselo a los ojos en cuanto pudiera, a ver si esa bestia tiene alma y llora o sólo goza con el beneficio físico que la proporcionan todos cuanto tienen cinco céntimos en el bolsillo. Simbólicos, por supuesto.

Porque no se puede llamar puta a una mujer si no cobra por sus servicios, ¿no?

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